
Violeta Maya en su estudio. Imagen cortesía de la artista. Fotografía de Ale Flo.
Violeta Maya (n. 1993, Madrid, España) vive y trabaja en Madrid. Su práctica gira en torno al uso de grandes lienzos crudos y pigmentos sin procesar, permitiendo que la fluidez del agua dicte el resultado del color y su interacción con la tela. Está representada por Nicelle Beauchene Gallery y Alzueta Gallery.
En 2024 fue invitada por Olivia Foundation para crear una pieza como parte de nuestra serie Artist Spotlight.
Durante su reciente visita a Ciudad de México, conversamos con Violeta para conocer más sobre su proceso e influencias.
¿Sabías desde joven que querías ser artista?
Artista, sí. Pintora, para nada. A los cinco años empecé a tocar el violín y me obsesioné con la música. Estudié en una escuela de música hasta los quince, donde tocaba piano, violín, y tenía clases de orquesta, coro, todo eso. Estaba muy metida en la música. Me encantaba componer en el piano, pero no me gustaba el sistema clásico de enseñanza. Acabé muy cansada de eso. Ahora entiendo por qué: quizás el jazz me hubiera ido mejor, algo más libre o creativo. Pero no me gustaba estudiar lo mismo una y otra vez.
Mis padres son pintores, así que tal vez estuve evitando la pintura durante muchos años. Pero al final surgió de forma muy natural. Nunca pensé que fuera algo serio. Simplemente pintaba por mi cuenta, sin mostrarle a nadie. Más adelante pensé: quizás esto es lo que quiero hacer, y empecé a tomarlo más en serio.
“Los colores me obsesionan”.
¿Cómo llegaste al proceso que usas actualmente?
El otro día —porque tengo un estudio nuevo— estuve revisando viejos cuadernos y libretas de cuando tenía 16, y me di cuenta de que llevo años haciendo acuarela. La técnica ya tenía mucho sentido desde entonces, aunque no lo notaba. Siempre me interesó hacer pinturas viscerales, del momento, desde lo que sentía ahí mismo. No me interesa trabajar en algo que tome mucho tiempo.
Desde el inicio hacía pinturas que surgían en el momento. Era más sobre la sensación y la textura del lienzo, cómo se expande la pintura con tanta agua. Creo que también tiene que ver con que tengo un poco de déficit de atención. Así que era práctico ponerme un límite de tiempo para concentrarme de verdad, estar presente mientras pinto, sin distracciones. Solo estar ahí.
Poco a poco empecé mojando una pequeña parte del lienzo, hasta que pensé: voy a mojar todo y hacer una pintura completa de una sola vez.





Imágenes cortesía de la artista. Obras finales cortesía de Nicelle Beauchene Gallery y Alzueta Gallery. Fotografías de Natalia Puras y Marta Rubio.
¿Cómo llegaste a la paleta de colores por la que se reconoce tu obra?
Los colores me obsesionan. Al principio, quizás no tenía una paleta tan definida, pero con el tiempo te clavas con ciertos tonos. Algunos días siento que tengo una paleta clara, pero otras veces no tanto. Tiene mucho que ver con cómo me siento ese día o en ese periodo. Por ejemplo, el año pasado hubo un momento en que el rosa me repelía, y no me gusta tener tabúes. Así que traté de hacer toda una exposición en rosa e intenté apropiarme de ese color, llevarlo a mi campo y hacerlo funcionar dentro de mi obra. Todavía hay colores que me repelen, pero quiero intentar integrarlos en el futuro.
“No sé cómo llego al estado mental creativo adecuado. Sigue siendo un misterio para mí, y eso es lo que lo hace interesante”.
¿Cómo entras en el estado mental adecuado para pintar?
No sé cómo llego al estado mental creativo correcto. Sigue siendo un misterio para mí, y eso es lo que lo hace interesante. Es un momento muy misterioso. A veces siento que soy como un canal y que no pongo mi ego en la pintura, como si algo me dictara lo que tengo que hacer. Y es cuando salen las mejores obras. Pero si estoy demasiado en mi cabeza y pienso demasiado, la pintura se arruina. Es difícil saberlo. Solo hay que ir al estudio e intentarlo. Si tienes un buen día, genial. Y si no…





Imágenes cortesía de la artista. Obras finales cortesía de Nicelle Beauchene Gallery y Alzueta Gallery. Fotografías de Natalia Puras y Marta Rubio.
¿Hay algún aprendizaje que se haya quedado contigo?
He notado que cuanto menos presión le pongo a la pintura que voy a hacer, mejor sale, porque me siento libre. Por eso pinto sobre lienzo crudo sin tensar. Si sale mal, lo puedo enrollar y guardarlo donde nadie lo vea. Y ya paso al siguiente. Si pienso “esto tiene que salir muy bien”, normalmente es un desastre. Las mejores piezas surgen cuando estoy relajada y no me importa tanto el resultado, solo disfruto el momento de pintar.